TERMINAL BAHIA BLANCA

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domingo, 3 de abril de 2011

CRECE Y CRECE LA CONTAMINACION SONORA

Cada vez más aturdidos
MP3, MP4, celulares sonando todo el día en el oído, equipos de audio de alta potencia en los autos, los hogares y los boliches. La huella del ruido en el aparato auditivo --que puede incluir el daño irreversible-- es bastante menos reconfortante que la huella de la música en el alma.

Los equipos de audio y video prometen watts atronadores, como parte de su estrategia de seducción al cliente.l
No siempre cumplen, pero con lo que hay, sobra.
Los chicos ya se las arreglaron para que sus reproductores de MP3 y celulares suenen más fuerte (aunque algunos de estos productos llegan de fábrica con una limitación para proteger los oídos).
Luego, más autos, más ruidos de motores y bocinas, sirenas de ambulancias, por no habar de ruido ensordecedor dentro de las fábricas.
Un pequeño estudio difundido por la Universidad de Florida, en los Estados Unidos, halló sorpresivamente que uno de cada cuatro estudiantes de una edad promedio de 21 años, sufre de pérdida auditiva y todos los dedos apuntan a los reproductores de música como los MP3 y MP4.
Los afectados consideraban tener una audición normal, pese a haber perdido una capacidad auditiva de, al menos, 15 decibeles en uno o más tests de frecuencias.
Dicha alteración podría causar problemas de aprendizaje, ya que la parte afectada es la que permite discriminar la palabra.

Decibeles que dañan.
El doctor Leopoldo Cordero, médico otorrinolaringólogo consultor del Hospital de Niños "Juan Garrahan", de Buenos Aires, destacó que se considera que los sonidos por encima de los 70 decibeles son estresantes, y cuando superan los 90 decibeles, dañan definitivamente al oído interno, según el tiempo de exposición al ruido.
"En Argentina no hay estudios estadísticos sobre el uso de celulares o MP3, pero en la práctica diaria estamos observando pacientes con pérdida auditiva expuestos no sólo a ellos, sino también a volúmenes importantes dentro de automóviles, con potencias que dañan al oído", dijo.
El especialista destacó que, en consulta, se ven pacientes de 26 a 28 años que han sido asiduos asistentes a discotecas y con cierta labilidad, por lo que aparecen lesiones que se manifiestan como zumbidos en las frecuencias agudas.
"Las frecuencias afectadas son las que tienen que ver con la discriminación de la palabra, es decir que cuando estos pacientes hablan cara a cara no tienen dificultad, pero en ambientes sociales con ruido se hacen repetir lo que les dice", explicó.
Tales lesiones para las frecuencias agudas, advierte, son definitivas: no tienen tratamiento.
"En algunos casos, se emplean audífonos, aunque tienen sus inconvenientes. Máxime, al pensar que podrían evitarse, simplemente, bajando el volumen", afirmó.

Polución sonora, tema pendiente.
La polución sonora es un tema pendiente en la mayoría de las ciudades.
Si bien existe legislación sobre la materia, su implementación no suele estar bien regulada y, en algunos casos, parece utópica.
Evitar que un martillo neumático destroce los oídos en plena obra en construcción o que los conductores no den bocinazos en un embotellamiento, son tareas titánicas que sólo la conciencia social y el tiempo podrán hacer efectivas.
"En los eventos sociales, fiestas, bailes o recitales, a menudo es imposible mantener un diálogo, mientras suena la música, y al salir se tiene una sensación de aturdimiento. Ello se debe a que las células ciliadas del oído pierden sensibilidad, y el oído se `embrutece'; esto es irreversible", consignó Cordero.
Según el profesional, esta tendencia es mundial.
"La gente sube el volumen de todo, para ponerse a tono con el ruido ambiental, en lo que llamamos cadena negativa del ruido", afirmó.
Además de perjudicar la audición, los ruidos pueden causar estrés, alteraciones de la conducta y de la salud mental, fatiga, insomnio, pérdida de concentración y otros problemas.
Una consulta al otorrinolaringólogo, una audiometría y otros estudios ante la aparición de acúfenos (zumbidos) o la menor sospecha de estar perdiendo audición, pueden evitar que la lesión se agrave.

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de cada cuatro estudiantes de una edad promedio de 21 años sufre pérdida auditiva y todos los dedos apuntan a los reproductores de música como los MP3 y MP4, según un estudio realizado en Estados Unidos.
Los sonidos por encima de los 70 decibeles son estresantes y cuando superan los 90 decibeles, dañan definitivamente al oído interno, según el tiempo de exposición al ruido.

EN DOS TRAZOS
Sonidos
DAVID ROLDAN
"La Nueva Provincia"
El tema de la contaminación sonora se va acentuando a medida que pasa el tiempo, sobre todo, en las ciudades.
Fundamentalmente, por dos tipos de factores: externos e internos.
Los primeros pueden evitarse o atenuarse, en tanto y en cuanto se apliquen las ordenanzas existentes, de forma tal que la población común no tenga que "hacerse cargo" de ruidos que terminan perjudicándole su salud mental y psíquica.
Pero, también, convengamos que nosotros somos los responsables de los factores internos.
Nadie nos obliga a usar un aparato de música a volúmenes que terminan transformando el placer en una molestia.
Como si elevar los niveles al máximo nos permitiesen gozar mucho más de las bondades de un tema que, a primera vista, nos agrada.
Situaciones muy particulares se dan en las reuniones que se realizan en cualquier salón, sean familiares o no.
Y es allí donde los integrantes de una mesa, conocidos o no, procuran entablar un diálogo ameno, que rápidamente se entorpece.
No alcanza con acercarse al interlocutor, sino que uno se siente obligado a gritar, para que el otro escuche y viceversa.
Con lo cual, al término de la reunión, nos encontramos con que la mitad de lo conversado terminó siendo indescifrable para marcharlos, con una disfonía que no llevamos al lugar.
Por aquello de la contaminación sonora, vio, que nos agrede, día a día.
Algo, por lo pronto, podemos hacer y no es complicado.
Empecemos, al menos, por bajar el volumen de cualquier aparato y nos daremos cuenta de la belleza de los sonidos del silencio.

El desafío
MONICA NICOSIA (*)
La contaminación ruidosa debe ser tomada como un problema de la salud pública.
Por lo tanto, se debe insistir en la información y la prevención, para lograr que tomemos conciencia de que la exposición a ruidos --aunque sea música, sonidos urbanos, fabriles, etcétera--. provoca trastornos auditivos, psicológicos y orgánicos.
También, una pérdida auditiva, hasta ahora irreversible, que se traduce en trastornos en la comunicación y en la socialización.
Y aquí paramos un momento para reflexionar.
Si una persona no oye, se aisla, le da vergüenza pedir que le repitan, por lo cual deja de participar en las conversaciones diarias, de ir a fiestas, al club, salidas con amigos y demás.
Por lo tanto, se recluye, poco a poco, en su mundo de silencio, lo que conlleva un deterioro de las funciones cognitivas (atención, memoria, etcétera).
En los jóvenes, estas disminuciones auditivas dificultan, luego, su inclusión laboral, ya que no logran pasar los exámenes preocupacionales.
Convengamos, asimismo, que hoy en día también se realizan mediciones auditivas para obtener el carnet de conducir.
Las consecuencias del ruido se manifiestan, a veces, luego de varios años de exposición, presentando síntomas como zumbidos, (permanentes o periódicos), mareos, dolor de cabeza, cansancio, alteraciones en el humor y en el sueño, menor concentración, hipertensión y demás.
En otros casos, una sola exposición basta para provocar una lesión. Por ejemplo, en el caso de una explosión, tiros o cohetes, entre otras.
El desafío de los audiólogos es lograr que la sociedad y el estado se comprometan a disminuir el ruido, a ver que es uno de los principales contaminantes es serio, pero se puede modificar con las políticas adecuadas y el compromiso personal.

(*) Fonoaudióloga.
lanueva provincia